Un niño que ha desarrollado una buena motivación sabe cuáles son sus metas y cómo actuar para conseguirlas. Es activo y emprende acciones y sabe buscar soluciones para las dificultades que se presenten. Esto hace que vaya sintiéndose responsable de sus decisiones y orgulloso de sus logros. Además sabe reconocer sus capacidades y límites y no se decepciona ante los fracasos porque sabe que está aprendiendo y que esos errores le ayudarán a mejorar.
Por el contrario, un niño que no ha podido desarrollar una buena motivación, mostrará los siguientes problemas:
- No tiene iniciativa para comenzar actividades. Como no está seguro de sus capacidades, evita hacer cosas nuevas para no correr el riesgo de fracasar.
- Se siente desinteresado y aburrido en muchas situaciones ya que, al no estar motivado, siente que lo que está haciendo no le conduce a ninguna parte. Aquí estaría la base de muchos casos de fracaso escolar.
- No suele acabar sus trabajos, ni en casa ni en la escuela, ya que al ser inconstante, suele abandonar. Además, no le importa la calidad en su trabajo. Con evitar el castigo o el rechazo tiene suficiente pero nunca busca el premio o los halagos porque no se cree lo bastante bueno como para conseguirlos.
- Siente que no tiene las capacidades necesarias para muchas actividades por lo que ni siquiera las intenta. Esto hace que se sienta inútil y que llore o se queje con frecuencia.
- No suele tomar decisiones. Se deja arrastrar por los demás o se conforma con cualquier cosa.
- No acepta la responsabilidad de sus acciones. Suele culpar de sus errores y fracasos a los demás, a la suerte, a las circunstancias…